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¿Arte o vandalismo? ¿Arte o propaganda? Reflexiones en el contexto de Medellín

Sobre los letreros borrados de Nos están matando

El arte urbano ha sido durante mucho tiempo una herramienta de expresión política, social y cultural, pero también un tema de controversia. La reciente eliminación de los murales «Nos Están Matando» y «Las Cuchas Tienen Razón» en Medellín, Colombia, ha reavivado el debate sobre dónde trazar la línea entre arte y vandalismo, y entre arte y propaganda.

Arte o vandalismo: una línea borrosa

El arte y el vandalismo suelen distinguirse por la intención del creador y el contexto en el que se desarrolla la obra. El arte busca generar reflexión, conmoción o belleza, mientras que el vandalismo tiende a asociarse con daños o intervenciones no autorizadas en espacios públicos o privados.

Sin embargo, la autorización formal no siempre define lo que la sociedad percibe como arte. Letreros como el de la vía Paralela en Medellín con el texto «Nos Están Matando»hicieron parte de los mensajes ampliamente difundidos durante el llamado «Estallido Social». Aunque para algunos podría ser arte, otros podrían considerarlo vandalismo por no contar con permisos oficiales y por hacer referencia exclusiva a la visión de un grupo poblacional.

La eliminación de estas obras plantea preguntas importantes: ¿El espacio público debe ser un lienzo abierto para la expresión ciudadana, o requiere control y regulación? Y ¿cómo se mide el impacto social de estas obras frente a las normas legales?

Arte o propaganda: el poder de los mensajes visuales

Por otro lado, el arte también se distingue de la propaganda por su intención. Mientras que el arte invita a la interpretación subjetiva, la propaganda busca influir directamente en la opinión y el comportamiento de las masas con fines específicos, ya sean políticos, religiosos o comerciales.

En el caso de «Las Cuchas Tienen Razón», el mural resaltaba la importancia de escuchar las demandas y necesidades de las Madres buscadoras, que perdieron a sus hijos en medio de la Operación Orión y del conflicto armado de la Comuna 13 de la Medellín de principios del siglo XX ¿Podría considerarse propaganda si la obra fue utilizada por un grupo con intereses políticos o sociales específicos, como el Gobierno Nacional del presidente Gustavo Petro? La delgada línea entre arte y propaganda se difumina cuando una obra está alineada con una narrativa ideológica.

El arte urbano en Medellín ha sido históricamente un reflejo de las tensiones sociales y políticas de la ciudad. Desde las pinturas que denuncian la violencia hasta las que celebran la cultura local, el arte en las calles tiene el poder de transformar la percepción de quienes lo ven. Sin embargo, cuando estas expresiones son eliminadas, surge la pregunta de si el acto responde a un deseo de limpiar la ciudad o de censurar mensajes incómodos.

Los mensajes borrados se vuelven protagonistas

La acción de eliminación ha sido aprovechada no solo para reflexionar al respecto sino que ha sido contraproducente para la alcaldía de Federico Gutiérrez pues ha generado justo el efecto contrario al deseado: ha centrado la mirada de la ciudadanía en los mensajes que pretendían eliminarse y que ya pasaban casi desapercibidos para la mayoría de los ciudadanos.

Proteger las manifestaciones artísticas no significa necesariamente permitir que cualquier expresión sea perpetua, pero sí implica reconocer su valor como testimonio histórico y cultural. Esto exige un diálogo entre artistas, comunidades y autoridades para determinar cómo se puede integrar el arte en la vida pública sin caer en el vandalismo o la propaganda.

La tensión entre arte, vandalismo y propaganda seguirá siendo tema de debate, especialmente en ciudades como Medellín, donde la historia y las narrativas políticas se enfrentan permanentemente con nuevas realidades. La pregunta que queda abierta es: ¿Cómo equilibrar la necesidad de regulación con el derecho a la expresión en el espacio público y estas expresiones merecen convertirse en un nuevo punto de conflicto social y político?

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